Es una de las expresiones folclóricas más auténticas de Colombia. Nace en el campo, en especial en lo que hoy es el norte de este departamento. Incluso, se reconoce que, desde antiguo, se ‘tunan’ rajaleñas (en el significado más libre de esta expresión: tocar, cantar, bailar y divertirse), en todo el Huila e incluso el Tolima.
También era habitual, y lo sigue siendo en muchas regiones, que los trabajadores tomaran tiple y guitarra para seguir el coplerío al terminar la jornada y alegrarse hablando bien o mal en uno que otro verso de sus amigos, familia, los patrones o de quien pudiera facilitar que rimara la copla.
Se presume que la expresión ‘rajaleña’ hace alusión directa a una de las tareas más comunes en las haciendas, y que por extensión se utiliza para referirse a un modo de criticar, a ‘rajar’ del prójimo.
A pesar de tener la rajaleña una misma esencia, se crearon tonadas y expresiones propias según el municipio donde se interpretará. Hay tonadas de Aipe, Neiva, Campoalegre, Santa María y otras tantas expresiones locales. Hoy las agrupaciones que por fortuna proliferan en todos los municipios (y que además surgen espontáneamente en empresas, instituciones y colegios por la época de San Pedro) extienden un canto que nació aún antes de que el Huila fuera creado como departamento.
Sus Cantantes o Creadores
A lo largo del tiempo, muchos han sido los creadores y agrupaciones que han compuesto, interpretado, investigado y fortalecido al rajaleña, tal y como lo conocemos hoy.
Desde José Antonio Cuéllar Meléndez (‘Rumichaca’) y Carlos H. Rivera; pasando por Ulises Charry, Luz Stella Luna, Jesús Antonio ‘Tuco’ Reina y su hijo Víctor Hugo, Aires de Piedra Pintada, Rosalba Montilla y Cucamba Guagüeña, hasta Gustavo Córdoba, Cantar huilense, Omar Cuéllar y Alexander Pastrana -quien hoy introduce una extraordinaria fusión con el jazz-, son algunos de estos nombres de intérpretes y agrupaciones del rajaleña.
Compositores como el inmortal Jorge Villamil Cordovez, y el dueto cómico-musical Emeterio y Felipe, trazaron caminos fundamentales para la divulgación del rajaleña, así como de la música y el folclor del Huila.
Y muchos reconocen que el trabajo de investigación más detallado ha sido «La esencia, estilo y presencia del “rajaleña”», del sacerdote salesiano Andrés Rosa (Instituto Caro y Cuervo, 1965).
Picardía, Humor
El canto del rajaleña es de una expresiva singularidad. En cuatro versos, con sus respectivas repeticiones, el segundo rima con el cuarto, y luego se acompaña de un estribillo o retahíla, que varía de acuerdo con la región o la tonada.
El comienzo lo marca un grito festivo, al que responden enseguida la tambora y el tiple, para iniciar con creativas interpretaciones, llenas de alegría popular y humor de gran picante, que en el pasado tuvieron diversas reacciones. En el documento que referimos de Andrés Rosa se menciona que «… se da el caso de que un mismo trovero compone cuartillas decentísimas cuando ellas van destinadas a un bambuco o a una guabina, etc., y las hace muy groseras cuando son para tunar rajaleñas».
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